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Autobiografía

FJMalpica
FJMalpica

Yo nací un veinticuatro del mes de enero del año mil novecientos sesenta y cinco, a la una de la mañana, en la Sabana jurisdicción, para aquel entonces, del Municipio Canoabo, hoy Parroquia Canoabo por la nueva ley política territorial. Mi madre solía contarme que esa madrugada hizo un frío insoportable y tuvo que envolverme en tres mantas de algodón, y que parecía un tabaco de los que hacia mi abuelo. Esa madruga el cielo estaba claro y en el horizonte hacia los Cachales, donde  mis abuelos tenían una hacienda de café y plátanos, se veía resplandecer en lo alto una estrella; hoy sé que era Venus que aún sigue, ahí, irradiándonos con su brillo estelar. Mi madre Rosa Hidalgo de Malpica†, quien falleció el 01 de junio del año 2010, siempre se dedicó a los oficios del hogar, y de ella aprendí que no había que salir corriendo, sin antes averiguar de dónde venían los tiros; mi padre Florencio Malpica Guevara, trabajó en sus inicios junto a mi abuelo Prospero Malpica como comerciante de frutas y verduras, y luego fue chofer en la Universidad Simón Rodríguez, núcleo Canoabo, y actualmente es empleado Jubilado por esta casa de estudios.

Yo, Florencio José, fui el tercero, y único varón, de cinco hermanos. Para todo niño, al comienzo, sus padres representan el centro de su vida, pero poco a poco fui descubriendo que en esta travesía por la vida me acompañarían, también, mis cuatro hermanas, de las cuales tres se graduaron de Licenciadas en educación, a saber: Flor Marina, Rosalía, y Rosa Margarita; y Narcisa María que se graduó de enfermera y más tarde obtuvo la Licenciatura en Educación. A todo esto habría que agregarle la presencia de nuestra abuela, materna, Mamarosa, quien con su humildad y sencillez, influyo en mi modo de ver y enfrentar la vida, pues siempre he tenido la cautela de tener a mano una herramienta, ya sea física, emocional o sentimental, para salir a flote en cualquier situación que se me presente; y siempre lo hago basado en su premisa de que no había que andar pasando por la vergüenza de quitar cosas prestadas, por falta de tener en casa un martillo y un clavo.

Mis primeras enseñanzas fueron en la Escuela Pimentel Coronel, ubicada en Canoabo. Allí conocí a la maestra Nelly de segundo grado  y a la maestra Elba de sexto grado, fueron el alfa y omega de mis días escolares, sus pinceladas de enseñanzas en un pueblo sumido en la pobreza y el olvido —en ese entonces Canoabo no aparecía en el mapa político territorial de Venezuela— aún perduran en mi mente. Fue una época donde Canoabo aún se mantenía aislado al resto de las principales ciudades y sus calles eran de tierra, y sus casas viejas hechas de paredes de adobes y techos de enmohecidas tejas, que un día fueron casas de techos rojos. Todo esto tenía un efecto positivo porque nuestra flora y fauna estaban alejada de la contaminación que siempre trae consigo el desarrollo de los pueblos, sobre todo los excesos de basura que poco a poco, a medida que el pueblo fue creciendo, se fueron acumulando en las vertientes de los ríos y a orillas de las carretera principal que nos comunica hacia Bejuma y hacia el Litoral Porteño.

Canoabo se caracterizaba, en ese tiempo, por sus abundantes y cristalinos ríos y por su paisaje de montaña; no en balde el Cacique Canoabo y su pueblo, sus primeros habitantes, lo bautizaron en su lengua como «aldea rodeada de agua dulce» y yo le agregaría «y por inmensas montañas». Para la época del año 1975, Canoabo sufrió un proceso de despoblamiento debido al auge industrial, y desarrollo de las ciudades, por la nacionalización del petróleo, lo cual lo sumergió en la soledad, casi a punto de convertirse en un pueblo olvidado; como Las Casas Muertas de Miguel Otero Silva. Pero apareció un poeta de la educación, el Dr. Félix Adam, y sembró en nuestras tierras fértiles el  núcleo Nº 7 de la Universidad Simón Rodríguez, y como Lázaro, nuestro pueblo fue resucitado entre los muertos y así su destino cambio para siempre.

La  Escuela Técnica Agropecuaria Carlos Sanda, fue mi segunda casa de estudios; de aquí egresé en el año de 1984, como Técnico Medio Agropecuario, mención Fitotecnia. De esta época recuerdo a la profesora Belkys de calderón y al profesor Víctor Jaén como mis mentores y protectores; además de los compañeros de estudios Juan Carlos Ojeda, La Flaca Niriam, Pángola†, Morocho Hernández, Morelba Monasterios, Leonardo Meneses, Menine Párraga, Nancy Mathei, Milagros Sanz, Martha Sepúlveda, Danois Ojeda, y Edgar Palencia. También recuerdo con tristeza la desaparición física del amigo Nelson Rodríguez (accidente automovilístico) y la perdida de cordura del compañero de estudios, a quien apodábamos cariñosamente «Care`pollo», el amigo perdió la cordura, a escasos seis meses antes de graduarnos, y su familia tuvo que internarlo, lamentablemente, en un sanatorio de la ciudad de Valencia. Pero el día del acto de grado, nos dio una sorpresa, pues en su mejoría recordó que debía de graduarse, y según palabras de su hermano, le rogó, le solicito al médico que tenía que ir a Canoabo porque tenía que graduarse; y así fue como de pronto el director dijo: « Bachiller, Parra Arenas Luis Eduardo». Y todos volteamos a ver, a donde el director apuntaba con su mirada; y allí estaba él. Nos miró, saludo, y luego siguió raudo y feliz hacia el presídium, a recibir su diploma de honor. No pudo recibir el título de Técnico Medio en Agropecuaria al no completar los requisitos de ley. Muchos sentimos pena por él; pero también sentimos alegría al ver su cara de felicidad, al dirigirse a recibir su diploma.

Los años ochenta, fueron los años de la rebeldía, los jóvenes estábamos influenciados por los estudiantes citadinos que llegaron con el rocanrol y la música disco, y así abarrotábamos el club social de nuestro pueblo. Las minitecas con sus toneladas de sonidos irrumpieron la tranquilidad de las noches, hasta mucho más allá de la media madrugada, y nuestros padres y abuelos cada vez que nosotros alzábamos el vuelo para ir a la pachanga nos bajaban a garrotazos y coscorrones, pero siempre buscábamos la manera de escaparnos  e irnos a bailar hasta al amanecer. Para el año mil novecientos ochenta y cuatro, yo era un mozalbete de diecinueve años de edad, 65 kilogramos de peso, y un metro y setenta centímetros de estatura; me la pasaba cantando las canciones de Ilan Chester y era más enamorado que un pavo real. Ese mismo año inicie mis estudios universitarios en la Universidad Simón Rodríguez, fundada en Canoabo, por el Dr. Félix Adam. Mi trabajo de grado se tituló: Obtención de un aislado proteico a partir de la harina desgrasada de coco (Cocos nucifera L) y luego de cumplir los requisitos exigidos por la ley me gradué de Ingeniero de alimentos.

Como ingeniero de alimentos trabaje en la empresa Industrias Lara-Carabobo, INLACA, con el cargo de supervisor de Control de calidad y productos terminados; y luego con el grupo PARMALAT como supervisor de producción. Ambas empresas se dedicaban a la fabricación de jugos, néctares y leche pasteurizada, además de los derivados lácteos como: Yogurt, chicha, bebidas achocolatadas. En el año 1998 la situación del país dio un giro muy importante en lo político, cambios que el sector empresarial no los considero de su interés y por lo tanto condujeron a recortes presupuestarios y de nómina, que nos llevaron al desempleo.

No quise perder tiempo esperando que mejoraran las cosas a nivel empresarial, así que en el año 2000 comencé a laborar como Profesor interino adscrito al Ministerio de Educación, en el 2013 recibí la titularidad como docente de aula, y en el año 2018 obtuve el título de Profesor de Educación Técnica y Profesional, egresado de la Universidad Simón Rodríguez. Hoy en día llevo 20 años de ejercicio de la profesión docente, en este recorrido he recibido entre otros reconocimientos; el diploma como Docente del año en el 2005; ese mismo año placa de reconocimiento por los alumnos de la Misión Rivas; y en año 2013 recibí el Botón Ciudad de Bejuma en el marco de la celebración del Día del Educador. También he obtenido el reconocimiento de la escuela Don Viviano Vargas de Canoabo durante el encuentro con los nuevos escritores de la comunidad y la web  Unión hispano mundial de escritores me entregó la Mención Estelar del concurso «Soy el poeta virtual» del año 2010.

Un hijo es el regalo más precioso que un hombre recibe en esta tierra, y Dios me ha dado ese título, el de Papá, pues, el 05 de mayo del año 2005, nació mi hijo Carlos Daniel Malpica Cesar, a él dedique este pequeño, pero sentido, acróstico.

Conjuro de sentimientos de amor puro
Abrazaron las emociones a tu llegada
Rompiendo el silencio, lloraste duro
Lanzándonos tras la belleza de tu mirada
Irradiaste luz, angelical, por Dios lo juro
Trasmitiendo tu brillo de aureola dorada
Oramos brindando por tu futuro, y
Salimos dichosos camino a tu morada.

Como dice la canción del cubano Pablo Milanés, el tiempo pasa y nos vamos poniendo viejo. Y más viejo nos ponemos cuando nuestros hijos crecen y crecen y nosotros comenzamos a crecer como la cola de la vaca, hacia abajo. Yo me siento orgulloso cuando mi hijo se para a mi lado y noto con alegría que cada día está más alto. Cumplió catorce años y estudia tercer año en el Liceo José Andrés Castillo de Montalbán. A parte de ser mi hijo, es mi mejor amigo; sé que podemos discutir, estar en desacuerdo, pero siempre estaremos ahí, para comenzar continuamente una nueva jornada, un nuevo ciclo. Le gusta estudiar; en especial las matemáticas, le gusta el montañismo, acampar a cielo abierto, goza cuando va a la playa, es muy responsable y se acuesta temprano, también le gusta destrozar zapatos; es una máquina perfecta. Además, con toda confianza puedo decirles que es un flaco larguirucho, que come más que una lima nueva, y me he podido dar cuenta que es más enamorado que un palomo azul.

DE MEDICO, POETA Y LOCO…

Así es, de todo tenemos un poco. De médico y poeta todos dicen que sí; pero de loco, si te he visto, no te conozco. Y hablando de loco…aquí se los defino en poesía, de mi autoría.

LOCO

El verdadero loco
nunca sabe que está loco
el solo profesa la fantasía
que le patina en el coco
por eso su alma le inventa cuentos
y por eso vive de sueños rotos.

En estos avatares de la vida uno va rediseñando su proyecto de vida, y por eso la labor como docente, la complemento con el desarrollo del oficio de escritor el cual comencé como un hobby en el año 2008. He escrito cuentos, poesía, y una novela corta que está en revisión, la misma lleva por título » Corran que ahí viene la Sayona», esta narrativa está inspirada en hechos reales ocurridos en la comunidad. A continuación les presento un pequeño fragmento de ella.

«…Allí, desvanecida por la impenetrable neblina, en medio de la carretera humedecida por el rocío de la noche, se descubría entre las tinieblas una silueta de lo que parecía ser una mujer. Su sombra se movió varios metros y luego cruzó la carretera de tierra, internándose entre la oscura arboleda que daba a la orilla del rio. Como el cazador que aguarda la presa celada, estuvo yendo y viniendo por varios días, esperando la oportunidad que había acordado, y este era el momento anhelado, el momento exacto. Aquel ser era una metamorfosis, una pesadilla en sí misma; con su mirada hipnótica hacia soñar a los hombres, pero también suponía su muerte…»

Dios mediante, espero, en lo profesional, culminar con buen pie mis servicios como docente y además ver publicado, algún día, mis trabajos literarios.

FJMalpica
20/12/2019